Ayer leí una columna en LND en la que su autor afirmaba haber escrito en Argentina un texto en contra del género cuento por la que se ganó el attaque de los lectores del país de Cortazar y Borges, entre otros cuentistas. Señalaba el columnista del diario nacional que una de las cosas que más le cargaba en relación al cuento es el que, como sabe todo escritor, contar una anécdota es no contar nada, más aún si esa anécdota es insignificante. Lo necesario, dice, es el detalle de relaciones humanas y de densidad en el relato.
Yo no soy escritor, aunque me encantaría serlo. No he estudiado nada ralativo a literatura, no me dedico a escribir en ningún género realmente, ni vivo de ello, claro. Lo que si hago es de vez en cuanto contarles algunas historias a los que quieren saber de mi. Además me gusta contar historias mientras conversamos en torno a un cafe. Por eso, sin hacer una defensa injustificada del cuento, si defenderé aquí las anécdotas, y lo haré contándoles algunas del año para cerrar finalmente el que se fué anoche.
La primera es que acaba de parar su vuelo un aguilucho en mi ventana. Bello. Muestra de la maravilla de la que estoy rodeado, y aunque no estaba entre lo que habíe pensado mencionarles, no puedo omitirlo.
Ahora si. Algunas anécdotas. Trataré de ser breve.
En enero del 2007 se llevaría a efecto el acostumbrado campamento de verano de la tropa san luis, de la que en ese momento yo era el jefe. El lugar elegido era el río puelo, a más de 1200 kms de la capital, y menciono la distancia porque desde comienzos del 2006 era la meta númerica de todos nuestros proyectos scoutivos.
Partímos el primer lunes de la segunda quincena de enero. Ese día los niños y sus padres estaban citados a las 17:00 en el colegio. A las 19:00 llegaría el bus, listo para ser inspeccionado por funcionarios del ministerio de transportes, para tranquilidad de los padres. A las las 21:00 el bus no llegaba. A las 22:00 el bus no llegaba. En todas esas horas la presión de los apoderados era terrible, y en aumento. Lo que se escuchaba era sobre todo que el campamento debía ser suspendido. En fin, a las 23:00 comuniqué a los apoderados que no importaba si el bus llegaba o no, no nos subiríamos, y que postergaríamos la partida para el día siguiente. La hora de partida era la misma. A partir de ese momento teníamos 24 horas para encontrar otro bus... imposible. Pero lo logramos. Primero debimos ir a buscar los $600.000 que y habíamos pagado al bus que nos plantó. Luego, un apoderado nos puso en contacto con un nuevo bus. A las 19:00 estaba citado nuevamente. La escena se repetía un día después. Entisiasmo, niños, carpas, cajas de intendencia, papás. 20:00; 21:00; 22:00, el segundo bus no llegaba. El empresario contratado nos dijo que habían ternido una pane en melipilla. Debíamos conseguir un tercer bus en una hora. Imposible. A las 23:00 sonaron las campanas de la iglesia de San Ignacio. Me acerqué a los apoderados para decirles que todo debía nuevamente postergarse. Muchos niños se bajarían del campamento. De pronto, en la esquina de alonso de ovalle con san ignacio aparece un bus. El más malo de los buses, pero era el nuestro, y esa vez no nos negaríamos a subir y partir. La tropa después de todo eso, partió. El sitio apareció frente al bus luego de 24 horas de viaje.
El regreso era aprueba de balas. Pero no. El bus estaba sitado a las 13:00, y no llegó. Se asomó a las 19:00. A las 22:00 estabamos en nuestra primera estación. Es que en verdad fue camino al monte calabera. El bus no partió nuevamente. El motor de partida no funcionaba. Los 9 asistentes empujamos el bus con toda la tropa dentro, como la peor de las historias. Y partió. En el camino el bus no paraba para hacer los turnos de choferes, lo hacían con la máquina andando, como en las películas. A la altura de los ángeles, aún a por lo menos a 8 horas de la capital y los apoderados, el bus paró, y no partió. Se le salió una tuerca que no volvería jamás a ser puesta.
A las 11:00 de la mañana ( los apoderados estaban esperando a sus hijos en el colegio desde las 13:00) llegó el quinto bus, el que nos llevó a santiago, llegando a eso de las 19:00 de ese día.
Terrible. He omitido todas las discusiones, las decisiones, y las conversaciones. Lo importante es que llegamos, y como cada año, los niños tuvieron su campamento. Nada puso en riesgo su seguridad ( lo de los turnos de choferes tal vez lo soñé).
Esta es la más mala anécdota que puedo contar.
La tercera historia breve es la de un pedazo de riel. Caminaba una tarde por el palacio de tribunales cuando de pronto me crucé con un empledo que en un carrito llevaba un trozo de riel oxidado. Mi abuelo, que fué durante mucho tiempo empleado de la maestranza de san eugenio, de EFE, me contó alguna vez que gente llegaba en ese entonces a buscar y trozar rieles de tren. Se los llevaba y nunca explicaban para que los necesitaban. El lugar en el que encontré con ese objeto insignificante fué a la salida del despacho de tramitación de causas de DDHH. A buen entendedor pocas palabras. Aún cuando pareciera que ya se dió un punto y final al tema de violación de DDHH en el Chile de Pinochet, debo decirles que actualmente hay muchas personas que trabajan diariamente en esclarecer el destino de miles de personas que el mar nunca podrá hacer desaparecer. Verdad y Justicia.
La cuarta anécdota se da en el restaurante " mascarón de proa", que se ubica a pocos metros de mi puerta. Ahí, la primera noche en que llegamos a Ancud, fuimos a comer un asadito de celebración. En medio de la comida la maca mencionó que su sobrino se disfrasaba de arlequín en su jardín - ¿dónde estaba su jardín? - en puerto montt - NO! - el jardín Arlequín es de mi tía querida - pero como, entonces la tía de jardín del seba, es mi tía sandra- NO! la tía sandra es tu tía - sipo, si la mamá de Critobal - NO! - pero si es tan querida ella por el seba, si aún se acuerda de ella - NO! A la semana siguiente estabamos alojando en la casa de la tía en puerto montt. Entienden? increíble. Después de casi dos años, teníamos otra historia en común. Que amor.
La última. Hoy por la mañana, 01 de enero de 2008, salí a trotar. Claro, más caminé que lo que corrí, pero ¿es lo que hay no? En eso me detengo. Solo había calle, garuga, frío, resaca, y un niño que jugaba en una posa de agua en la calle baquedano. Estaba solo, como si no hubiera celebrado hasta tarde el fin de año. Se había vestido con traje de agua y botas de hule, imagino que porque su madre vistió asi al verlo saltar sobre el barro con la ropa que con tanto detalle eligió para ese día. No hacía frío pero una garuga suave mojaba todo y todos los que bajo ella estabamos.
El Chuqui, en el cuadro que pintó para mi que hoy cuelga en la pared, detrás escribió que yo ya no estaba en edad de esquivar las líneas de la vereda, como en "mejor imposible". Por eso, este 2008, no solo las pisaré, sino que no evitaré saltar en cada posa, aunque no tenga botas de agua.
Feliz año para todos.
Espero que al final, solo recuerden buenas anécdotas.
martes, 1 de enero de 2008
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