lunes, 10 de septiembre de 2007

Reflexiones al fin de la jefatura


Del Grupo Scout San Ignacio

Quisiera aprovechar de compartir algunas reflexiones en relación con el grupo scout del colegio. Estoy totalmente convencido de que la energía y atención que se le está dedicando al grupo por parte de la rectoría y la jefatura de grupo son necesarias e indicadas.

El proyecto formativo de dirigentes es indispensable para la correcta formación de niños, y su acogida en los procesos educativos del colegio. De igual modo, creo que la sanción definitiva de los estatutos nos permite como unidades reconocernos parte de un todo más grande, que en términos scoutivos puede exigirnos un trabajo de mejor calidad y más apegados a nuestro método. La existencia del Consejo de Grupo es necesaria, y cada vez debe tener más atribuciones en el organigrama de nuestro grupo. Son esas atribuciones las que permiten llevar a cabo políticas comunes imprescindibles como son los objetivos y métodos de progresión o la verificación de la existencia de objetivos educativos coherentes con la formación ignaciana y su necesaria concreción en programas de actividades.

Con todo, creo que es imperativo tener en cuenta los siguientes aspectos. Entre las exigencias de formalidad en el actual proceso de acreditación formativa ante el colegio se ha señalado que debemos pasar por cursos formativos. También se nos ha indicado que deberemos llevar un registro, base de datos y control de nuestros miembros y sus procesos educativos, semejante a los que utiliza el colegio. Frente a esta estas exigencias tengo algunos temores y radican fundamentalmente en que nosotros somos scouts, y por lo tanto tenemos un método particular al del colegio. Muchos de nosotros no somos pedagogos, de hecho, salvo excepciones que desconozco, somos todos estudiantes, y por lo tanto mal podemos aportar al debate como profesores, o en sus mismos términos. No se nos puede hacer valer argumentativamente bajo el prisma de si somos profesionalmente pedagogos. Las exigencias en este proceso deben ser respetuosas de nuestras características y nuestro método, y nuestra responsabilidad como dirigentes es hacer valer nuestro aporte en los términos de la ley y método scout. Por eso es razonable que podamos ir, los jefes de unidad, a los consejos de profesores, pero solo con derecho a voz; porque queremos aportar al debate acerca de uno de nuestros miembros, mas no nos corresponde decidir sobre su situación como alumno del colegio. En cuanto a la formalidad de los registros creo que es una exigencia razonable en la medida en la que se toma en cuenta nuestra realidad como “voluntarios universitarios”. El método scout exige cumplir requisitos de forma como son las cartillas de progresión y fichas personales de membresía, pero no podemos preparar informes y documentos permanentemente, ni podemos hacer evaluaciones o diagnósticos objetivos de nuestros miembros. La nuestra es una educación no formal, y esa categoría tiene cabida en el proyecto educativo para colegio de la compañía.

De la misma manera es importante señalar que la concreción del proyecto de formación de dirigentes requiere una realidad de infraestructura que no tenemos, y un compromiso de trabajo de parte de los dirigentes que, creo, puede escapar a las posibilidades de quienes como yo tenemos responsabilidades académicas o laborales, fuera de las de dirigente.

Por todo lo anterior quiero replantear la idea del “voluntario universitario”. Y es que lo que creo relevante es que todos los asistentes que estamos trabajando en el grupo somos estudiantes, ex alumnos, y con muchas limitantes realizamos una labor inmensamente significativa. De hecho, en la realidad no formal de la naturaleza, de la reunión, o de la patrulla nos convertimos en figuras significativas en la vida de cientos de alumnos del colegio, y así formamos en valores y en motivaciones totalmente ignacianas. Creo que es relevante por que a veces siento que el acercamiento a una vocación ignaciana muchas veces nos queda y nos motiva desde experiencias como la scoutiva, y desde el modelo de tantos dirigentes que con su vida nos han mostrado como hacer de la nuestra una vida más santa. Y es que es más fácil. El desafío es más difícil para los profesores, quienes a través de sus materias y la rigurosidad del conocimiento deben mostrar el proyecto de Ignacio, y finalmente el de Dios. Y no es más fácil porque hayan estudiado pedagogía.

En estas últimas palabras quiero incluir a los asistentes que están en el colegio, y que ciertamente están completando todavía su proceso de formación scout. Debo advertir que ese proceso, como muchos, no acaba. Esos asistentes hacen una labor muy relevante, y por eso defiendo la idea de que permanezcan, aún cuando parece ser descabellado que un joven en segundo o tercero medio pueda ser Scout asistente, scout rutero, o cevequiano. Descarto al que no quiera hacer nada, no porque no lo valore, sino porque creo que está perdiendo el tiempo, y debe tomar su mochila y unirse lo antes posible a alguna alternativa. Los argumentos para defender el rol del asistente en el colegio son extensos y solo me remitiré uno que creo el más fundamental. Al salir del colegio la vida genera opciones vocacionales fuertes. Es un momento difícil, de cambio de crisis, en los términos más definitorios de una crisis. Al momento de la creación de nuevos paradigmas en la vida, de nuevas rutinas y prioridades nunca el ser asistente será primordial si recién se está comenzando. Por el contrario un asistente que al enfrentarse a la crisis ya pertenece a un equipo de trabajo, a una metodología y a un grupo humano, reformulará sus prioridades desde ellas. Eso es lo que se espera de un dirigente scout. Solo de esta manera la vida útil y compromiso afectivo con la labor formativa da por resultado dirigentes que permanecen trabajando en el grupo por muchos años más. Estos años de dirigente me lo han mostrado.

Por último quisiera recalcar lo que considero más relevante e el momento que vive hoy el grupo del colegio. Todas las iniciativas de generación de unidad son muy útiles y necesarias, pero debe haber un máximo cuidado en respetar la tradición y subcultura de cada unidad. Hay más de medio siglo de ritos e historia en todas las unidades del colegio. Debe construirse grupo desde esa historia, y jamás debe omitirse y construirse grupo tratando de hacer desaparecer diferencias. En esas diferencias radica toda nuestra identidad como grupo scout San Ignacio. Los lineamientos comunes deben ir en las políticas señaladas en los párrafos anteriores y nunca a través de la unificación de cultura de las unidades.

El Fin

Hoy 21 de junio de 2007, en el día de San Luis, al terminar mis reflexiones y exponer los elementos necesarios para que se decida mi sucesión, quiero agradecer la posibilidad que se me ha dado de aportar a la vida de algunos niños. Feliz me voy a cumplir en otras partes con desafíos nuevos que me exigen atención. La Tropa San Luis queda en inmejorables manos. Dejo a los niños que tanto quiero en las manos de quienes más quiero, el Staff. Los jóvenes ambiciosos y energizados que conducirán sus nuevas aventuras sabrán con todo su cariño, guiarlos en nuevos raids.

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